Cuando empezaron los primeros vuelos comerciales, hubo que buscar un nombre para las mujeres que atendían a los pasajeros a bordo. Su tarea por aquel entonces se limitaba a ser camareras en vuelo, de ahí que se optara por el término ‘azafata’, empleado tradicionalmente para las ayudantes de cámara de la reina. Con el tiempo sus funciones evolucionaron. Además, comenzaron a incorporarse también varones y, aunque el diccionario de la Academia de la Lengua da por bueno el término azafato y aeromozo, la profesión abrazó una nueva denominación neutra: auxiliar de vuelo o, como se llaman en el argot de la aviación, tripulantes de cabina de pasajeros (por sus siglas, TCP). También variaron o, mejor dicho, ampliaron sus funciones hasta convertirse en unas figuras clave para garantizar el bienestar y la seguridad de todos los que están a bordo.
No hay dos días iguales
Al terminar el bachillerato Alina Stasyshyna barajó hasta ser repostera. Pero a esta joven de origen ucraniano, despierta, buena conversadora y con un don de gentes innato, lo de estar todo el día entre hornos y masas no terminaba de cuadrarle. Todo lo contrario que volar. “Me pareció la profesión ideal para buscarme a mí misma en esa edad en la que no sabes muy bien lo que quieres… y al final me enganché. Me apasiona estar cara al público, disfruto en cada embarque, cada desembarque y cada vuelo. En este trabajo, no hay dos días iguales”, explica esta joven, sobrecargo en Vueling desde 2016.
Su puesto implica la gestión del equipo en los vuelos de la jornada. “Coordino a todos los TCPs que van en el mismo vuelo, superviso el reparto de funciones y me aseguro de que no haya ninguna tarea, ni ninguna posición dentro del avión que quede desatendida. Además, soy el punto de conexión entre la tripulación de cabina y los pilotos”, explica.
Un sexto sentido a bordo
Mientras los pasajeros aguardan para embarcar, Stasyshyna y su tripulación chequean minuciosamente que todo está correcto en cabina. “Recibirlos con una sonrisa y un ‘buenos días’ es importante, pero también atender sus dudas sobre las conexiones de su vuelo, dónde recoger las maletas… o, simplemente, si no se sienten bien. Nosotros estamos ahí para acompañar, calmar y aportar los primeros auxilios si fuera necesario”, relata.
Nosotros estamos ahí para acompañar, calmar y aportar los primeros auxilios si fuera necesario”
Su posición es clave en todo momento para el buen funcionamiento de la operativa del vuelo y están preparados para intervenir: desde acompañar a aquellas personas que no están acostumbradas a volar y se sienten intranquilas, hasta saber actuar ante un ataque de pánico o un parto, e incluso en casos excepcionales como, por ejemplo, que se detectara un fuego a bordo. “Son procedimientos muy protocolizados. Cada año pasamos exámenes prácticos y teóricos para actualizar nuestros conocimientos”, destaca Stasyshyna.
En este sentido para poder ejercer como TCP es necesario obtener una certificación y superar las pruebas específicas de cada compañía. Asimismo, una vez empiezan su carrera, reciben formaciones específicas: desde primeros auxilios a cursos para identificar casos de abuso o trata de personas. Esto les ayuda a detectar cuándo un pasajero necesita una mano amiga para tranquilizarse porque tiene miedo a volar. O cuando está sufriendo un ictus. Pueden, incluso, detectar comportamientos anómalos que escondan actitudes delictivas. “Un niño con aspecto asustado con un adulto que no le deja hablar puede tratarse de un caso de tráfico de personas”, relata. Ante la menor sospecha, se comunica al comandante y, si hay indicios suficientes, se contacta con la policía para interceptarlo durante el desembarque.
Stasyshyna destaca, además, vuelos especiales como el que vivió el pasado mes de septiembre cuando acompañó a un grupo de bomberos voluntarios que viajaban a Marruecos para ayudar en las labores de rescate tras el terremoto que sufrió el país. Y es que ante este tipo de situaciones, Vueling pone su operativa a disposición de ONG e instituciones para colaborar en el traslado de materiales y efectivos para asistir en las tareas de emergencia.
“El vuelo a Marrakech era por la tarde y durante toda su duración estuvieron planificando los desplazamientos y analizando necesidades para actuar una vez llegáramos a destino. También viajaban con ellos dos perros de rescate. Al saber que debían ir directos al lugar del desastre, quisimos tener un detalle y les ofrecimos la cena para que al menos pudieran coger fuerzas’, recuerda. En esta ocasión, el vuelo trasladó además 450 kg de material sanitario y para las tareas de salvamento. Ella también iba a bordo del vuelo de vuelta, ese que traía de regreso a España a los evacuados por el seísmo. Una experiencia que recuerda con especial cariño por la emoción que vio en los pasajeros. “Llegaban todavía conmocionados y nerviosos por lo sucedido, pero cuando entraban en el avión y se sentaban en sus asientos veías como se tranquilizaban, como diciendo ya llegamos a casa”, señala.
Cada día, compañeros nuevos
Vista desde fuera la rutina de un auxiliar de vuelo resulta curiosa. Cada día pueden llegar a estar en dos o tres ciudades diferentes, dependiendo de la duración de los vuelos que operan y, además, sus compañeros de trabajo varían de jornada en jornada. Vueling cuenta con unos 2.800 TCPs, que la compañía asigna a cada rotación (es decir, a todos los vuelos que un mismo avión efectúa a lo largo del día) según las necesidades de cada vuelo. “Tú sabes a qué destinos vas a volar cada día y en qué horarios, pero no con quién. Eso lo descubres al llegar por la mañana a la sala de firmas”, relata Sara Valle, auxiliar de vuelo. “Después de casi ocho años en Vueling, sigo coincidiendo con compañeros a los que no he visto nunca antes. Pero lo veo como algo positivo, porque me permite conocer a mucha gente”, añade.
Como muchos de sus compañeros de profesión, llegó a este trabajo porque le gustaba viajar, tenía facilidad para el trato humano y se manejaba sin problemas en inglés. Su rutina es un poco diferente a la de oficina tradicional, puesto que como TCP se trabajan cinco días seguidos y se descansan tres…“En los cinco que van seguidos, me puede tocar uno de imaginaria, en los que no vuelo, pero estoy de guardia por si acaso, o días de franco, en los que te pueden programar vuelos o no”. Lo más duro, reconoce, son a veces los madrugones cuando deben operar los primeros vuelos de la mañana, pero, pese a esto, reconoce que es un trabajo que engancha En este sentido, recuerda momentos especiales que ha vivido en un avión. En su caso el poder acompañar en el vuelo a familias que regresaban de París tras visitar Disneyland en una acción con ‘Make a Wish’. Esta Fundación trabaja para cumplir las ilusiones de los niños que padecen enfermedades graves, y Vueling pone a disposición sus vuelos para llevar a los niños a esos destinos que les permitan cumplirlos.
Fuente: lavanguardia.com